Una de las producciones inglesas de mitad del siglo pasado (1957) sigue entreteniendo y dando tema para pensar sobre el liderazgo.

Ubicada en un campo japonés de prisioneros aliados, principalmente ingleses en las selvas de Burma-Siam, narra la construcción de un puente de ferrocarril que atraviesa el Rio Kwai. Los prisioneros son usados como mano de obra para sus captores los japoneses.

Al inicio parece centrado en el conflicto entre el comandante japonés de la prisión y el oficial inglés de mayor rango y jefe de los prisioneros. Se desenvuelven los conflictos morales que provoca la colaboración con el enemigo y por otro lado, la disyuntiva de arriesgarse en medio de la selva, para sabotear los esfuerzos para construir el puente.

La película, a pesar de ser de 1957 mantiene el ritmo y el interés del espectador que se pasa muy entretenido dos horas cincuenta minutos.

Dirigida por David Lean y con estelares de William Holden y Alec Guinness, es un estudio de la personalidad del líder arrogante y obsesivo encarnado por Guinness, que construye el puente como símbolo del espíritu inglés, pero que se revela como un monumento a su ego.

Mientras lo construye, los aliados envían un comando a detener el puente, sin que el coronel tuviera idea de lo que pasaba. Hasta aquí el spoiler, que la disfrute.