Conforme se acelera la crisis económica y se agudizan otras como la crisis de seguridad con su repercusión sobre los negocios, se hace más difícil mantener en las empresas un estado de ánimo que permita hacer frente a las dificultades presentes, y a las que están todavía por venir.

Ya sea que la empresa esté dando la batalla por la supervivencia inmediata o a pesar de las dificultades alcance a ver un futuro en el largo plazo, el estado de ánimo con que encare la crisis es factor determinante para lograr sobrevivir exitosamente.

El tema de los estados de ánimo, según algunos autores modernos, no se refiere a emociones o sentimientos como tales, sino a la manera como las empresas, a través de los ejecutivos y otros líderes de negocios, perciben y enfrentan el futuro, tanto en lo personal como en los aspectos organizacionales de los negocios.

En nuestro país, en poco tiempo las empresas están cambiando los estados de ánimo radicalmente para la mayoría de las industrias. En los últimos años vivían en los estados de ambición, confianza en la propia capacidad de salir adelante y alta tolerancia al riesgo, lo que llevaba a los líderes a invertir para crecer agresivamente y a comprar empresas para ampliar mercados y penetrar en los mercados de otros países.

Ante la manifestación de la crisis, estas disposiciones de ánimo están dando paso rápidamente a la desconfianza, remordimiento por los desastres que enfrentan, derivados de los riesgos asumidos, resentimiento y temor al futuro provocados por las nuevas condiciones económicas.

Estos estados de ánimo le suceden a las empresas sin pedir autorización y sin aviso. De pronto la empresa está teñida de estados de ánimo que hacen que la situación se vea aún más negativa que la realidad y provocan incertidumbre y desánimo, afectando a todas las personas que entran en relación con la empresa.

El riesgo que corre el líder es dejar empeorar la crisis por la que atraviesa la empresa, si no atiende oportuna y eficazmente esos estados de ánimo que se van generalizando.

Por otra parte, el manejo de los estados de ánimo se puede convertir en una herramienta para los directivos para facilitar la salida de la crisis, gestionando las condiciones para enfrentar los tiempos difíciles.

Algunos estados de ánimo negativos ya estaban en las empresas, aún en las épocas de bonanza y de crecimiento. Por ejemplo, resignación ante la falta de compromiso de los líderes para resolver fallas repetitivas, que convertían a los empleados en trabajadores acostumbrados a la idea de que “así es la vida” o resentimiento por el desgaste personal que esto implica.

Cuando llega la crisis, se interceptan los estados de ánimo tradicionales con los nuevos provocados por la crisis, o por las medidas que se toman para resolverlas; tales como despidos, reducciones de costos y otras más como paros técnicos y cualquier medida que haga que los empleados se sientan amenazados. Esta intersección termina provocando una mezcla potencialmente peligrosa para la empresa y su capacidad para reaccionar y resolver las amenazas y debilidades.

Las compañías que buscan salir de la crisis van a tener que enfrentar primero su propia problemática para poder maniobrar con el mercado y la competencia de manera más efectiva.

En este contexto, el líder tiene a su alcance varias herramientas para transformarlo. El más usual y más poderoso es actualizar y compartir una visión clara del futuro para la empresa y mostrar cómo cada uno de las personas tiene un lugar en esa visión.

Ayuda también ajustar los estándares con las cuales se está evaluando la operación. Tiene poca relevancia comparar las ventas del mes contra un presupuesto preparado hace meses y cuando el mercado ya disminuyó en un gran porcentaje.

Otro factor que ayuda a mover los niveles de la resignación o el desencanto es atacar las causas que ya estaban presentes antes de que se iniciara la crisis. Atacar la falta de comunicación, resolver los desperdicios operacionales o la falta de atención al servicio al cliente o a las personas.

El reconocimiento por los logros, aunque sean pequeños, ayuda también a recuperar el estado de ánimo y el bienestar de la empresa. Aunque no sea práctica común el reconocimiento, empezar por reconocer el esfuerzo en medio de la crisis, logra maravillas.

Mejorar el estado de ánimo beneficia las perspectivas de la situación y ayuda al ambiente en que se toman las decisiones en la empresa, aumentando las posibilidades de superar la crisis y salir fortalecidos.

El líder debe empezar por gestionar su propio estado de ánimo. Decidir cómo va a enfrentar su propia crisis y después abocarse a atender la de su organización.

Por eso es vital para el líder de negocios dedicarse a transformar su estado de ánimo y a transformar el de la compañía con todas las herramientas a su alcance, sabiendo que no es tarea de un día sino esfuerzo continuo y permanente.